jueves, 23 de agosto de 2007

JAVIER SIERRA Y LOS "NUEVOS MITOS"

Javier Sierra, antiguo director de "Más allá" y hoy escritor de éxito internacional gracias a novelas en la línea de "El Código da Vinci", declaraba recientemente en una entrevista: "Estamos creando nuevos mitos. Dentro de doscientos años, habrá antropólogos que estudiarán estas novelas como el germen de un cambio". Sierra se está refiriendo al gran número de novelas pseudo-históricas que, con una evidente intención ideológica, reescriben la Historia y han popularizado todo tipo de teorías de la conspiración, símbolos gnósticos y creencias neopaganas. El principio subyacente resulta obvio: hay que superar la herencia del cristianismo, que nos ha encerrado en una visión monocorde de la realidad. Debemos retornar, desde un monoteísmo trasnochado que ya no tiene nada que ofrecernos, a un politeísmo repleto de deidades sugestivas y que, al no imponer ningún dogma, no coarta tampoco la libertad de nuestro espíritu ni la creatividad de una imaginación que siempre vuela en busca de nuevos horizontes.

Esta idea, que puede parecer sugestiva a muchos, esconde un profundo error. Es cierto que existe un legado religioso y simbólico procedente del mundo pagano que el Occidente contemporáneo debe recuperar, como parte de la "sinfonía universal de la verdad", que contiene elementos originarios de muy distintas culturas y tradiciones: la civilización del futuro, sin ser relativista ni ecléctica, será, sin duda, multicolor. El racionalismo moderno ha censurado este patrimonio, que hoy atrae a un hombre occidental en busca de una nueva espiritualidad. Pero es falso que recuperar tal legado signifique poder prescindir del cristianismo. El cristianismo será el nervio central de esa civilización multicolor del futuro a la que nos referimos. En los siglos I y II d. de C., Roma se encontraba llena de filosofía griega, cultos mistéricos y religiones orientales. Isis y Mitra fascinaban a muchos. Pero no bastaban: el corazón de un paganismo cansado de buscar la verdad sin encontrarla anhelaba inconscientemente algo distinto. Y, como sabe cualquier persona medianamente culta, el cristianismo hace añicos todos los esquemas establecidos por las religiones. La afirmación inaudita de un Dios hecho hombre, muerto en la cruz y resucitado de entre los muertos hace trizas todos los hallazgos meramente humanos de la filosofía y la religión paganas. Llega al corazón del hombre mucho más profundamente que cualquier otra afirmación de tipo religioso, y por eso el cristianismo ha tenido un destino único en la historia de la Humanidad.

Quien, como Javier Sierra, crea poder prescindir del legado cristiano de Occidente y emigrar a las tierras cátaras del Languedoc o a los misterios eleusinos, sencillamente no sabe lo que dice. No tiene ni idea de la problemática espiritual que hoy afecta de un modo dramático a nuestro mundo. No ha leído a Rougemont, ni a Danielou, ni a Pieper, ni a Moeller, ni a De Lubac; no ha entendido nada de Dostoievski, en el caso de que lo haya leído. Desconoce la trama profunda del devenir espiritual de Occidente. Y, felizmente inconsciente, se dedica a explotar la veta del éxito literario fácil. Muy bien: allá él. Nosotros, por nuestra parte, seguiremos rezando para que su corazón se abra a la luz de Nuestro Señor Jesucristo, condición previa para que su mente, ahíta de erudición superficial, se torne accesible a una comprensión más honda del corazón humano y del misterio de la Historia.

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