Las encuestas del CIS -discutiblemente fiables, por otro lado- nos vienen repitiendo durante los últimos tres años que la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega es uno de los miembros del Gobierno mejor valorados por los ciudadanos. Ahora bien: en sus muy numerosas intervenciones públicas, sólo la he escuchado reproducir los mismos eslóganes y mensajes políticos estereotipados que repiten sus demás compañeros del PSOE. Ni un atisbo de originalidad o independencia de pensamiento. Ninguna retórica deslumbrante. Ningún signo de mejor formación cultural que la media. Y, lo que es peor, ningún mayor grado de autenticidad humana que el bastante mediocre que es habitual en nuestra clase política, tanto en el PSOE como en el PP, IU y los nacionalistas. Sencillamente, Fernández de la Vega es una política más en el gris panorama político español contemporáneo.
Entonces, ¿por qué parece valorársela especialmente? A mi modo de ver, por tres razones: porque es la mujer que ha alcanzado un puesto de mayor relevancia política en España (la vicepresidencia del Gobierno). Porque da la imagen de persona mayor (no conozco su edad exacta, pero es, sin duda, la política que parece de más edad entre los políticos españoles de hoy), y eso le granjea cierta simpatía añadida. Y, finalmente, porque da la impresión de trabajar mucho, ya que continuamente sale a dar la cara en las ruedas de prensa, a apagar fuegos y a lidiar con las patatas calientes que tan poco le gustan a Zapatero. Cuando se desencadena alguna tormenta política desfavorable para él, Zapatero suele seguir la estrategia de desaparecer durante dos o tres días, a ver si entretanto escampa. Pero alguien tiene que dar la cara por el Gobierno: y allí que sale la señora De la Vega, dispuesta a aguantar el chaparrón. Tal vez en esto -en el valor de dar la cara- consista el mayor mérito que haya que reconocerle. Quizá tenga otros y yo personalmente no los conozca. Pero, desde luego, no me lo parece. Por lo que he visto de ella hasta el momento, Fernández de la Vega es una política del montón.
viernes, 11 de mayo de 2007
MARÍA TERESA FERNÁNDEZ DE LA VEGA, SOBREVALORADA
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Antonio Martínez Belchí
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viernes, 4 de mayo de 2007
EL PP, EL 11-M Y LA TEORÍA DE LA CONSPIRACIÓN
"El País" se felicita de que el PP parezca estar empezando a desmarcarse de la teoría de la conspiración en referencia a los atentados del 11-M. Ya se sabe: que ETA pudo tener algo que ver, de algún modo, con tales atentados, posiblemente convenientes para producir un vuelco político en España.
Es cierto que, durante estos últimos años, distintos dirigentes del PP han dado pábulo a esta teoría de la conspiración, fuente de una interminable y muy agria polémica con el PSOE y los medios del grupo PRISA. Al final, parece que el PP va a tener que soltar este hueso, que se ha empeñado en morder durante demasiado tiempo y con argumentos no suficientemente convincentes. ¿Cuál habría debido ser su estrategia en este tema? Muy sencillo: abstenerse de teorías conspiratorias que se prestan fácilmente a refutaciones irónicas y ridiculizaciones, y limitarse a decir lo siguiente: "En los atentados del 11-M hay cosas importantes que no están claras. Que se investiguen todas, lleve a donde lleve tal investigación. No decimos que detrás se esconda la mano de ETA. No tenemos ninguna idea preconcebida: sólo la certidumbre de que hay que investigar más. Los resultados del 14-M habrían sido distintos -aunque no sabemos en qué medida- sin el 11-M, pero no los discutimos ni impugnamos. Sólo pedimos que se investigue a fondo el 11-M por un honrado deseo de que se aclaren los muchos puntos oscuros del caso. No sabemos si esos puntos oscuros podrían producir un giro espectacular en la investigación. Probablemente no, pero no hay que excluir ninguna posibilidad. Que se investigue hasta donde sea posible, por el simple deber de buscar siempre la verdad. Porque un Estado que se desinteresa de la verdad está socavando sus bases morales y se adentra en un peligroso camino".
Pero el PP, en mi opinión torpemente, ha insistido demasiado en la teoría de la conspiracion. Ahora tiene que desmarcarse de una posición difícilmente sostenible. Para regocijo de "El País", que comprueba la desorientación estratégica de un PP que no termina de dar con la clave justa para ganarle terreno a Zapatero.
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Antonio Martínez Belchí
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jueves, 12 de abril de 2007
EL GRAN PECADO DE PP Y PSOE EL 11-M
Se desarrolla el macro-jucio por los atentados del 11 de marzo y PP y PSOE no dejan de lanzarse acusaciones recíprocas a cuenta de aquella jornada aciaga. Y, sin embargo, ni uno ni otro hacen la autocrítica que deberían atreverse a afrontar.
Porque, ¿cuál fue el gran pecado de PP y PSOE entre el 11 y el 14 de marzo de 2004? Sencillamente, que, desde un primer momento, su principal preocupación fue la de cómo iba a afectar el atentado a las elecciones del 14 de marzo. El PSOE insistió desde muy pronto en la tesis de la autoría islamista porque pensaba que eso podía causar un vuelco decisivo en las intenciones de voto. Y el PP retrasó todo lo que pudo el admitir esa hipótesis y estiró temporalmente todo lo posible la insistencia en la autoría etarra porque consideró que eso era lo que más le beneficiaba con vistas a la jornada electoral.
Es decir: PP y PSOE llevan años llenándose la boca con aquello de "no instrumentalizar políticamente el tema del terrorismo" y resulta que, ya desde la mañana misma del 11 de marzo, sus líderes estuvieron preocupados ante todo por la repercusión electoral del atentado. En vez de eso, tendrían que haber dicho: "Después de una masacre así y de tanto dolor, lo de menos ya es quién gane las elecciones el próximo domingo. Este sufrimiento lo que tiene que hacer es unirnos a todos, incluidos los políticos de PP y PSOE. Gane quien gane, este atentado tiene que sacudir nuestras conciencias y llevarnos a aparcar las rivalidades políticas partidistas, muchas veces tan mezquinas. Algo muy profundo debe cambiar en el clima político español y tal vez esta tremenda masacre pueda ser el punto de arranque para impulsar ese cambio".
Pero nadie dijo ni esto ni nada por el estilo. PP y PSOE se portaron de una manera absolutamente decepcionante, obsesionados con ganar las elecciones y llegar al poder. Ese fue el gran pecado de ambos el 11-M. Y a día de hoy todavía lo seguimos pagando.
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Antonio Martínez Belchí
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