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lunes, 23 de abril de 2007

IRÁN Y EL VELO DE AHMADINEYAD

Nos llega de Irán la noticia de que el presidente Ahmadineyad ha lanzado una campaña para restaurar el rigor, hoy relajado, en la observancia del velo femenino dentro de la sociedad iraní.

La reacción occidental mayoritaria ante la iniciativa de Ahmadineyad es de extrañeza e incredulidad: el velo femenino simboliza una sociedad retrógrada, autoritaria y patriarcal, una teocracia anclada en valores más que trasnochados. La liberación del velo representaría la liberación de la mujer, el acceso al concepto de libertad que disfruta Occidente. Una buena parte de la sociedad iraní -sobre todo de la juventud- aspira a ese tipo de libertad. Y nosotros creemos que acceder a esa libertad es algo irrenunciable, valiosísimo y maravilloso.

Sin embargo, el concepto occidental de libertad es también el mayor enemigo del propio Occidente contemporáneo: porque esa libertad, por su propia dinámica interna, tiende a no reconocer ningún límite infranqueable y sagrado: el "hombre libre" occidental de nuestros días quiere convertirse en el Superhombre de Nietzsche: un hombre "más allá del bien y del mal". Pero la libertad, convertida en un valor absoluto, conduce a la sociedad a la confusión, la desorientación, la anarquía y el caos. Como está sucediendo en las sociedades occidentales contemporáneas.

El mundo musulmán percibe ese caos, ese alejamiento de Dios en nombre de la "libertad del hombre" e intenta defenderse contra la influencia de Occidente. El velo islámico en el que insiste Ahmadineyad es justamente un instrumento de defensa contra ese caos. Aunque la dinámica general del mundo actual -también en los países musulmanes- va en sentido contrario: hacia el abandono del velo y el acercamiento a la seducción irresistible que ejerce la libertad occidental. Y esta lucha entre dos visiones contrapuestas del mundo (la islámica y la occidental) genera unas tensiones complejísimas que habría que analizar con el máximo rigor intelectual. El velo de Ahmadineyad tiene sentido y es legítimo. Pero también es legítima -si no se la lleva a su última expresión- la libertad occidental. A ver cómo coordinamos lo uno con lo otro. ¿Cómo? No sería mala idea preguntárselo al cristianismo.

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jueves, 12 de abril de 2007

EL GRAN PECADO DE PP Y PSOE EL 11-M

Se desarrolla el macro-jucio por los atentados del 11 de marzo y PP y PSOE no dejan de lanzarse acusaciones recíprocas a cuenta de aquella jornada aciaga. Y, sin embargo, ni uno ni otro hacen la autocrítica que deberían atreverse a afrontar.

Porque, ¿cuál fue el gran pecado de PP y PSOE entre el 11 y el 14 de marzo de 2004? Sencillamente, que, desde un primer momento, su principal preocupación fue la de cómo iba a afectar el atentado a las elecciones del 14 de marzo. El PSOE insistió desde muy pronto en la tesis de la autoría islamista porque pensaba que eso podía causar un vuelco decisivo en las intenciones de voto. Y el PP retrasó todo lo que pudo el admitir esa hipótesis y estiró temporalmente todo lo posible la insistencia en la autoría etarra porque consideró que eso era lo que más le beneficiaba con vistas a la jornada electoral.

Es decir: PP y PSOE llevan años llenándose la boca con aquello de "no instrumentalizar políticamente el tema del terrorismo" y resulta que, ya desde la mañana misma del 11 de marzo, sus líderes estuvieron preocupados ante todo por la repercusión electoral del atentado. En vez de eso, tendrían que haber dicho: "Después de una masacre así y de tanto dolor, lo de menos ya es quién gane las elecciones el próximo domingo. Este sufrimiento lo que tiene que hacer es unirnos a todos, incluidos los políticos de PP y PSOE. Gane quien gane, este atentado tiene que sacudir nuestras conciencias y llevarnos a aparcar las rivalidades políticas partidistas, muchas veces tan mezquinas. Algo muy profundo debe cambiar en el clima político español y tal vez esta tremenda masacre pueda ser el punto de arranque para impulsar ese cambio".

Pero nadie dijo ni esto ni nada por el estilo. PP y PSOE se portaron de una manera absolutamente decepcionante, obsesionados con ganar las elecciones y llegar al poder. Ese fue el gran pecado de ambos el 11-M. Y a día de hoy todavía lo seguimos pagando.

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