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domingo, 20 de mayo de 2007

SATANÁS Y "EL PAÍS"

Oficialmente, "El País" no cree que exista Satanás. Del mismo modo que niega validez a todos los demás dogmas de la Iglesia Católica, igual que niega que exista el infierno, la idea de un ser personal y realmente existente, enemigo irreconciliable de Dios y seductor de los hombres, le parece una creencia anacrónica, propia de una mentalidad pre-científica anclada en un mundo dominado por la superstición.

Y, sin embargo, durante décadas el suplemento musical de "El País", titulado precisamente "El País de las Tentaciones" (apenas velada alusión al propio Satán), ha mostrado una extrema debilidad, y casi una abierta fascinación, por los temás satánicos. Se nos cuenta, por ejemplo, que tal o cual grupo musical se declara "adorador de Satanás", o que, al menos, coquetea con la atractiva seducción que ejerce el Maligno. Pero entonces no apreciamos en el tono de las palabras que "El País" considere esa referencia a Satanás como algo que, al fin y al cabo, "todos sabemos que es mentira, que es un simple producto de la mente". Implícitamente, se está admitiendo que Satanás tiene una cierta realidad objetiva, que no es una simple creación subjetiva de nuestra capacidad de fabulación literaria y simbólica, como pueden ser, por ejemplo, Hamlet o don Quijote. Lo cual, a decir verdad, tiene su lógica: Satanás significa la mayor rebelión imaginable contra Dios en nombre de la "libertad": es casi un "héroe de la libertad". Y "El País" está obsesionado también con una "libertad" de estilo satánico que, en su opinión, sólo podrá ser alcanzada cuando desaparezca o se desnaturalice la Iglesia Católica. Por eso, "El País" considera a Satanás "uno de los nuestros". Oficialmente, como periódico "serio", tiene que burlarse de quienes creen que realmente existe. Pero encomienda a "El País de las Tentaciones" (que representa la dimensión "subterránea" de "El País") la tarea de insinuar su posible existencia objetiva. O, al menos, de decir que es un arquetipo de estilo junguiano, y que, por tanto, se sitúa a medio camino entre ser una creación subjetiva de la mente humana y una realidad objetiva, en cierto modo independiente de nuestra mente. Sea como sea, la fascinación de "El País" por Satanás constituye un síntoma más que alarmante acerca del mundo espiritual que hoy nos rodea.

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lunes, 16 de abril de 2007

SARKOZY Y SÉGOLÈNE: HOMBRE O MUJER

Las elecciones presidenciales francesas se aproximan y Ségolène Royal, por detrás de Sarkozy en las encuestas, simplifica las cosas y, aparcando otro tipo de argumentos, apela, para pedir el voto, a su condición de mujer: "Es la hora de las mujeres". Los franceses prefieren a Sarkozy por su imagen de mayor solidez y autoridad, y porque parece tener las ideas claras. En cambio, castigan a Ségolène por la inconcreción y confusión de sus planteamientos políticos, por ser una política "gaseosa" en un país apasionado por el debate riguroso de las ideas.

Pero Ségolène contraataca simplificando: "Yo soy mujer y eso me hace mejor que Sarkozy". Es decir: abajo los argumentos racionales, en beneficio de un argumento emocional muy discutible: que, por principio, una mujer es mejor que un hombre como presidente de la República. Y Francia tiene que elegir: o una presidenta mujer, sí, pero que viene demostrando en los últimos meses una alarmante falta de preparación para desempeñar un puesto de tanta responsabilidad, o un presidente hombre que se muestra más sólido, pero que tiene el "inconveniente" de ser hombre. Desde mayo del 68, la Europa posmoderna es cada vez más femenina y aprecia cada vez más los valores femeninos: en este sentido, Ségolène llevaría ventaja. Pero, por otra parte, una Europa desorientada e insegura -por ejemplo, frente al desafío musulmán- necesita reencontrarse con el arquetipo del Padre, es decir, con la autoridad masculina que sabe tomar decisiones y decir "no". Sarkozy es, frente a Ségolène, el "padre": aunque, si sale elegido, ya veremos en qué medida sabe ser un verdadero "presidente-padre", que conjuga la autoridad masculina con una sensibilidad de tipo femenino. Un padre que inspira a la vez respeto y confianza. Aunque la decisión la tienen los franceses, que pueden también votar a Ségolène, como ella pide ahora, por el mero hecho de ser mujer.

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